Crecimiento personal

EL AMOR CURA

He aprendido que pedir ayuda no es un síntoma de debilidad, significa que estoy conectada a mi vulnerabilidad. He aprendido que mi poder y mi fortaleza no están solo en mi capacidad para conseguir o lograr, sino también en mi habilidad para soltar, permitir, no hacer, fluir y dejar ir. He aprendido que aceptar duele, y que, aunque me resista, es el único camino para estar en paz y para poder crecer y evolucionar. He aprendido que la verdad, la plenitud o el amor no pueden venir de fuera. He aprendido lo importante que es saber habitarme, poder dormir conmigo sin tenerle miedo a mis miedos, a mis fantasmas o a mis inseguridades. He aprendido que tener el corazón lleno es mi mayor, y quizá, mi único deseo.

He aprendido que tengo que ser disciplinada y estricta con mi mente. No puedo dejarla que campe a sus anchas, que me someta, me asuste o me juzgue. He aprendido que no soy lo que pienso y que puedo ver pasar mis pensamientos sin reaccionar ante ellos. He aprendido que en esta experiencia la luz y la oscuridad, en realidad, son lo mismo. He aprendido que no tengo nada que aprender, sí mucho que olvidar y que desaprender. He aprendido que lo más importante es integrar, sostener y acompañar.

He aprendido que dar para obtener no es dar, y que es mucho mejor para todos dar menos pero hacerlo desde el corazón. He aprendido que la culpa nunca es el camino y que no soy quién para juzgar. He aprendido que es de sabios no saber, que la ausencia de expectativas es la llave para una vida plena y llena de sorpresas y de milagros. He aprendido que el silencio esconde paz, plenitud, certeza y mucha sabiduría y que observar la naturaleza me permite recordar que todo tiene su tiempo, su orden y su ciclo.

He aprendido que es muy importante ser yo y muy peligroso fingir ser alguien distinto de quien realmente soy. He aprendido a no buscar respuestas y a vivir cómoda en el “no lo sé”. He aprendido que soy responsable de mi vida y que mi misión y mi deber es vivirla. He aprendido que cuánto más me doy, más tengo para dar, que el perdón libera, el amor cura y poner límites empodera.

He aprendido que al enseñar, al escribir, al servir, yo crezco, aprendo y me transformo.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Daniel Burka

Photo by Daniel Burka

VIVIR DESPIERTOS

Ni la paz ni la plenitud son estados por alcanzar. No tenemos que esforzarnos y trabajar para que la dicha se despierte en nuestro interior o para que la intuición, la sabiduría, la certeza, la entrega o la compasión guíen nuestras vidas. Las cualidades del Ser ya son. Las cualidades divinas existen en nuestro interior, y solo necesitan espacio para poder manifestarse y brillar. Ese espacio surge por haber sido capaces de desvincularnos, de desprendernos de las limitaciones de nuestro ego y después de haberlo inundado de luz.

Es algo así como si tu Alma te dijera: "Yo estoy aquí, siempre he estado y nunca me voy a ir. Yo soy todo eso que estás buscando, pero para que me veas, necesito que te ocupes de ti y que elijas dejar de reaccionar ante lo que ocurre en tu cuerpo, en tu emoción y en tu mente”.

Y no reaccionar para sanar y así poder vivir lúcidos y despiertos implica:

- Aceptar todo lo que ocurre en el momento presente y todo lo que sucede en nuestro interior. La ausencia de lucha y de enfrentamiento contra lo que ahora es nos proporciona la base firme y estable que necesitamos para poder impulsarnos en esta experiencia, para transformarnos y para crecer. La aceptación nos ancla, y nos abre camino para que la luz del Alma se manifieste en esta realidad. Aceptar esta experiencia tal y como es, con toda su crudeza, aceptar lo que sentimos, aceptar nuestra oscuridad, las sensaciones y la forma de nuestro cuerpo, aceptar que hoy no tenemos lo que queremos. Aceptar para transmutar y para no caer en la resignación.

- Fluir con nuestras emociones, sin reprimirlas, sin esconderlas, sin juzgarlas, y sin querer entenderlas. Sostenerlas para que ellas mismas se transformen, para no quedarnos enganchados de por vida en una lucha interminable contra nosotros mismos. Fluir y soltar para estar en paz.

- Observar a nuestra mente discursiva, ruidosa y ansiosa. Mirar los pensamientos incesantes, los conceptos, los juicios constantes y hacerlo sin intención, sin querer que cambien. No regalarles ninguna respuesta por nuestra parte. La mente que piensa es el gran obstáculo que no nos deja despertar a la mente que sabe. Saltar la barrera de los pensamientos para encontrarnos con la mente pura e inalterable.

- Darnos amor, cultivar la relación con nosotros mismos, escucharnos, respetar lo que necesitamos, pedirnos perdón, cuidarnos y ponernos en valor.

Si aprendemos a tratarnos con cariño, a aceptar todo, a fluir con todo y a observar sin intervenir, habremos despertado.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Yatharth Roy Vibhakar

Photo by Yatharth Roy Vibhakar

ADIÓS 2020

Querido 2020,

Es evidente que no viniste a hacer amigos, no viniste a brillar. Viniste a hacer el trabajo sucio. En el fútbol serías el mediocentro defensivo, el que no es reconocido, el que con su trabajo y esfuerzo ayuda a que, al final, el equipo pueda ganar. Seguro que sabes que casi nadie habla bien de ti, mucha gente está sufriendo debido a tu dureza, has traído muerte, y aunque sabemos que es inevitable, vivirla de esa manera tan cruda, genera una profunda herida en el corazón. Todos quieren que te vayas, que dejes de ser 0 para convertirte en 1. Queremos borrarte de la mente, queremos volver a lo de antes, retroceder y regresar a lo que para nuestra mente limitada representa la normalidad. Imagino cómo nos estás mirando, quieres recordarnos que has sido importante y necesario. Has venido a mostrarnos lo que hasta ahora nos negábamos a ver. Tu labor ha sido la de guiarnos y la de enseñarnos todo lo que, en nuestro interior, debía de morir.

Has sido un padre severo, serio, limitante, destructor y castrador, has traído devastación, pero tu destrucción tenía como objetivo que pudiéramos levantar una estructura interna mucho más solida, coherente, y con dirección.

Ahora que ya puedo verte con distancia y perspectiva, reconozco tu misión y tu maestría. Quizá, si no lleváramos tantos años creyendo en la separación, tantos años desconectados de nuestro poder personal, tantos años sometidos al miedo y a lo externo, quizá, hubiésemos podido construir otra realidad.

Yo te doy gracias por tu tirón de orejas, porque para mí, has sido un enorme Maestro. Con tu seriedad y limitación, me has forzado a afrontar el vacío que todavía existía en mi interior. Me has puesto delante un patrón que me iba a matar si yo no conseguía dejarlo morir. Me has ayudado a lidiar con mi fragilidad y a crear una estructura interna que jamás pensé que podría levantar. Por tu dureza, yo he aprendido compasión y solidaridad con el dolor de los demás. He aprendido a amar mi oscuridad y a confiar en mí. Me has enseñado a transformar mi miedo en poder personal. Me has recordado que no tengo el control, que no puedo vivir sin estar en paz con el hecho de que voy a morir. Me has hablado de responsabilidad, de humildad y de aceptación. Me has mostrado lo que tiene importancia y lo que no. Me has obligado a derrumbar creencias y a aprender a vivir “solo por hoy”. Has venido a decirme que la cima de la montaña no se alcanza creyendo en el miedo, que soy yo la responsable de atender mis necesidades y de crear mi destino, que pensar no es el camino y que la fe y la confianza no son ciegas, no. Son las únicas que me proporcionan visión.

Cuando llegaste, tú ya conocías el porqué de tu misión. Sabías que el Año que está por relevarte es una revolución. Sabías que a partir de 2021 iban a producirse grandes cambios y se nos iba a proponer una nueva forma de vivir. Tu obligación, por tanto, era la de mostrarnos todo lo que no nos podíamos llevar al siguiente Año. Para renacer, hay que morir.

Gracias por la oportunidad que me has brindado, y por todo lo que me has enseñado. Gracias porque tu oscuridad y tu constante limitación y desafío, me ha hecho un poco más consciente y un poco más humana. Adiós 2020.

Deseo profundamente que los corazones donde ahora solo hay sufrimiento, puedan, poco a poco, llenarse de paz, de luz, y de sosiego.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Kyle Johnson

Photo by Kyle Johnson

ME HE DADO CUENTA

Me he dado cuenta de que no hay nada ahí fuera capaz de hacerme sentir completamente plena. Me he dado cuenta de que la felicidad es una elección interna que no tiene que ver con lo que me ocurre ni con las circunstancias externas. Me he dado cuenta de que solo se puede ser paciente cuando existe confianza y presencia y de que el miedo es la oportunidad para descubrir cuál es mi verdadera Esencia.

Me he dado cuenta de que si prohibo mi vulnerabilidad, dejo de ser auténtica, y de que aceptar mis sentimientos es la clave para alcanzar paz interna. Me he dado cuenta de que no soy lo que pienso y de que mi mente no es capaz de darme las respuestas. Me he dado cuenta de que mi verdadera transformación comenzó cuando dejé de resistirme y de luchar. Cuando acepté que no sé y que no tengo el control de las experiencias. Me he dado cuenta de que con los ojos cerrados encuentro muchas más respuestas. Me he dado cuenta de que dejar de sentir rencor es una elección y de que la culpa me hace muy pequeña.

Me he dado cuenta de que estar presente se consigue cuando el cuerpo y la mente están conectados, y de que poner límites y decir “no” me ayuda a quererme. Me he dado cuenta de que si juzgo, me estoy juzgando y de que todo lo que doy se me devuelve. Me he dado cuenta de que puedo relajarme, de que no tengo que demostrar nada a nadie, de que no necesito ser alguien diferente para que me amen. Me he dado cuenta de que lo que soy es suficiente, de que cuando busco, no puedo encontrar y de que cuando suelto y dejo ir, todo, a su debido tiempo, se da.

Me he dado cuenta de que mi mente no puede entender el Universo y de que los milagros están ocurriendo todo el tiempo. Me he dado cuenta de cómo cambia mi energía cuando agradezco, cuando medito y cuando estoy en silencio. Me he dado cuenta de que la dualidad es perfecta, de que mi ego y mi sombra son mis grandes maestros. Me he dado cuenta de cómo han ido cambiando mis prioridades, ahora doy valor a lo que antes consideraba insignificante. Me he dado cuenta del poder de una conversación, de un abrazo, de algo tan sencillo como un paseo por el campo. Me he dado cuenta de que no tener expectativas me ha salvado la vida.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Jonathan Pendleton

Photo by Jonathan Pendleton

INCERTIDUMBRE

Si existe una palabra capaz de definir el momento actual esa es incertidumbre. La sensación de no saber, de no tener control, de no pisar suelo firme, la constante inestabilidad, la preocupación colectiva y el desconcierto externos, hacen necesario un cambio radical en nuestra manera de vivir. El ego reacciona asustado cuando ahí fuera no encuentra ninguna certeza. En algunas ocasiones, el miedo le conduce a la ira o a la frustración, en otras, a replegarse atemorizado como si de un cangrejo se tratase. La incertidumbre hace que nos sintamos asustados, inseguros, indefensos y frustrados. De lo que necesitamos darnos cuenta es de que el hecho de que palpemos la incertidumbre con las manos no significa que no podamos encontrar certezas. Simplemente es que las estamos buscando en el lugar equivocado.

Margaret Drabble decía que cuando nada es seguro, todo es posible. Si lo de fuera no sirve, si no está siendo capaz de proporcionarnos la seguridad y certezas que necesitamos para vivir esta experiencia, a lo mejor, ha llegado el momento de dirigir nuestra atención a otro lugar, a otra parte de nuestro ser, capaz de transformar incertidumbre en seguridad, y miedo en amor y plenitud.

El suelo firme existe, claro que existe. La certeza también. Ambos están en nuestro interior y crecen cuando invertimos la atención y comenzamos a dirigirla hacia dentro. Cuando aprendemos a habitarnos y a reconocer que todos los recursos y potencialidades están y siempre han estado en nosotros. Cuando cultivamos la fe en quienes somos y en nuestro poder para crear, cuando reconocemos nuestra Divinidad y comenzamos a ver lo de fuera, solo y únicamente, como un espejo que nos muestra lo que necesitamos cambiar.

Estamos cansados, yo diría que exhaustos, es normal. El desafío y la limitación es casi constante, pero tengo la certeza de que somos capaces de ver luz entre tanta oscuridad. 2020 representa el derrumbamiento de un sistema obsoleto y caduco, la caída de estructuras y patrones internos que ya no podemos sostener por más tiempo. 2020 nos está obligando a cambiar, a encontrar seguridad en lo desconocido, a otorgarle valor a lo que hasta ahora dábamos por hecho, a reinventarnos y a aprender a habitarnos. 2020 nos está diciendo que, pese a la incertidumbre externa, podemos sentir seguridad y certeza. 2020 está siendo un maestro exigente que quiere que hagamos nuestros deberes. Es un maestro que, aunque ahora no podamos verlo, nos quiere. 2020 está removiendo la Tierra, estableciendo nuevos pilares y construyendo nuevas bases para el comienzo de una Nueva Era.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Aziz Acharki

Photo by Aziz Acharki



EL CAMINO DEL ESPÍRITU

Estamos en búsqueda. Todos, en mayor o en menor medida, deseamos rescatar esa memoria de paz, plenitud y armonía que sabemos escondida en alguna parte de nuestro ser. Queremos recuperar nuestra Esencia. Hemos llegado a esta experiencia siendo seres completos que, con el paso de los años y con las constantes injerencias del miedo, dejamos de creer en nosotros y en nuestra verdadera naturaleza. Hemos perdido consciencia y nos hemos alejado de nuestro Espíritu, de lo que realmente somos.

El problema está en la manera en la que intentamos rescatarnos. Mi propósito de vida, como el de todos los seres humanos, es el de regresar al amor, es el de volver a ser lo que siempre fui, pero para lograrlo, no puedo centrarme en intentar cambiarme, en querer que mis defectos desaparezcan o en modificar todo aquello que considero un error en mí. No. Ni en ti ni en mí hay error.

En ese deseo de recuperar la plenitud y de poder vivir esta experiencia en toda su expresión y potencialidad, no podemos olvidar que regresar al amor solo puede hacerse a través del amor. Volver al Yo Soy y a la consciencia plena de que somos Espíritu, no se logra creyendo que somos defectuosos o que nos faltan partes. No se consigue huyendo de nuestra sombra o rechazando lo que sentimos. No se alcanza cuando creemos en la culpa, en el ego, y en el miedo.

El camino del Espíritu es el camino del amor y de la aceptación hacia nosotros mismos. Para regresar a casa, no tenemos que cambiar lo que somos, tenemos que abrazar, cuidar y amar todo lo que somos. Para recuperar la plenitud, necesitamos sentirnos inocentes, merecedores y dignos. Recordamos que somos Amor, y por tanto Espíritu, cuando vivimos desde la compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás, cuando podemos ver luz en la oscuridad, cuando el agradecimiento aniquila la queja, cuando la fe y la confianza nos gobiernan, cuando dejamos de tenerle miedo al miedo, cuando vemos el regalo que supone estar aquí, en esta experiencia.

El camino del Espíritu no puede andarse cuando pretendemos cambiarnos, cuando nos tenemos miedo o cuando trabajamos sin cesar por modificarnos. Vivir siendo Espíritu es vivir siendo Amor, y el Amor no excluye ni separa, no quiere que cambies nada, tan solo quiere que te permitas ser todo lo que eres. El camino del Espíritu es el camino de la confianza sencilla y plena en lo Divino.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Nick Dunlap

Photo by Nick Dunlap

PORQUE ME AMO

Porque me amo, cuido de mí, y porque me amo, me permito ser quien soy. Porque me amo, me acepto y me apruebo. Porque me amo, me sonrío y también me abrazo.

Porque me amo, escucho y atiendo mis necesidades. Porque me amo, he dejado de juzgarme y de culparme, y cuando, todavía me reconozco haciéndolo, con cariño y mucha calma, rectifico y me pido perdón. Así, puedo continuar caminando.

Porque me amo, me motivo, me doy aliento y me responsabilizo. Porque me amo, confío, me siento bien, y te sonrío. Porque me amo, puedo soltar el control y desprenderme. Porque me amo, me relajo, me doy placer y descanso.

Porque me amo, no me permito pensamientos que me hagan daño. Porque me amo, cada vez elijo mejor lo que creo y lo que hago. Porque me amo, permito y sostengo todo lo que siento. Porque me amo, me deseo una vida exenta de sufrimiento. Porque me amo, utilizo mi mente para sentirme bien. Porque me amo, acepto mi oscuridad y la veo como un poderoso recurso para mi transformación y para mi completa sanación. Porque me amo, sostengo mi vulnerabilidad y reconozco todas mis vergüenzas.

Porque me amo, regulo mi energía y pongo límites. Porque me amo, sé que decir “no”, a veces, es muy necesario. Porque me amo, no lucho. Porque me amo, acepto. Porque me amo, sé que me merezco todo lo bueno. Porque me amo, estoy cada vez más disponible para recibirlo. Porque me amo, me declaro inocente. Porque me amo, sé que el Universo siempre me cuida y me quiere.

Porque me amo, soy paciente y amable conmigo. Porque me amo, me trato con afecto y respeto. Porque me amo, no quiero darme lo que nunca daría. Porque me amo, disfruto de mi compañía. Porque me amo, no creo lo que me dice mi ego. Porque me amo, no sé qué significa sentirme sola. Porque me amo, no me deleito con pensamientos de miedo. Porque me amo, cada vez que aparecen, los entrego. Porque me amo, no me dejo para luego. Porque me amo, me siento libre. Porque me amo, no me reprimo, ni me escondo ni me tapo.

Porque me amo, intento no autoengañarme y no ponerme excusas. Porque me amo, estoy abierta al cambio, a lo nuevo, a soltar el pasado y a liberarme de mis resistencias. Porque me amo, me siento segura, y eso me da espacio para desprenderme de mi rigidez, para flexibilizar mi mente y para aceptar ayuda. Porque me amo, lo que sea que esté pasando dentro, no me lo guardo. Porque me amo, sé que abrirme a compartir es muy necesario. Porque me amo, doy gracias a diario.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Karl Magnuson

Photo by Karl Magnuson